Vivimos en los que Zygmunt Bauman denominó «tiempos líquidos». Nada se consolida, todo es fugaz y precario, superficial y perecedero. Ocurre con las costumbres, el lenguaje, los hábitos, las innovaciones tecnológicas, las corrientes de pensamiento, la moda, los objetos, los artefactos. Se impone la obsolescencia programada. La impaciencia vence a la paciencia, la banalidad a la profundidad, l...
Vivimos en los que Zygmunt Bauman denominó «tiempos líquidos». Nada se consolida, todo es fugaz y precario, superficial y perecedero. Ocurre con las costumbres, el lenguaje, los hábitos, las innovaciones tecnológicas, las corrientes de pensamiento, la moda, los objetos, los artefactos. Se impone la obsolescencia programada. La impaciencia vence a la paciencia, la banalidad a la profundidad, l...