Desdeño ese amor: "— ¡Es inaudito, inconcebible! ¿Qué representa aquí mi autoridad? Juro por Dios que antes te deseo ver muerta que unida a ese vividor llamado Juan Torres... ¡Maldita sea mi estampa! No lo consentiré, ¿me oyes? ¡No lo consentiré! Y don Ernesto Aller sacudió la encanecida cabeza, al tiempo de dar un formidable puñetazo en la mesa. Su nieta Ana pareció crecer ante la ira del viejo, ...