“Sin sueños no hay ideales y sin ideales no hay progreso”. Esta es una de las reflexiones que recoge esta obra, cuyo título, Derecho a soñar, lleva implícito un optimismo inteligente que la autora considera necesario y cultivable para toda persona. Con la firme creencia de que todos podemos brillar, defiende la genialidad con la que cada uno nace y la capacidad (y casi el deber) de hacerla aflorar...