Nadie podría haber inventado La Habana. Es demasiado atrevida y contradictoria y, a pesar de 50 años de abandono, rematadamente bonita. Cómo lo consigue, nadie lo sabe. Tal vez sea su intrépida historia, el espíritu de supervivencia o la infatigable energía de la salsa que rebota en las paredes y emana con fuerza, principalmente de su gente. No hay que llegar allí buscando respuestas, solo con la ...