Las tecnologías han multiplicado su presencia y su capacidad de intervención; son cada vez más rápidas, ubicuas y sencillas. Este desarrollo tecnológico también ha transformado los conflictos hasta límites sorprendentes. No solo el ciberespacio se ha convertido en el nuevo campo de batalla, sino que surgen nuevos tipos de ataque: hackear drones, secuestrar servicios estatales, comprar armas digita...