Roma, 49 a. C. A la luz de la luna, una mujer con el rostro surcado por el tiempo, pero aún intacto en su belleza innata, sostiene una carta entre sus manos. La caligrafía no da lugar a dudas: sabe que se trata del amante a quien ha acompañado siempre, en sus momentos de gloria, pero también en los más vulnerables: Cayo Julio César. La República se tambalea, y la misiva tampoco es un buen augurio...