Leí el panfleto que la chica me entregó cuando pasé por delante del local de siempre. En el encabezado aparecía el nombre del restaurante y debajo las fotos de cuatro hombres vestidos de cocineros con los brazos cruzados sobre el pecho. Aparecían sus nombres y su especialidad, pero cada uno me clavaba los ojos de una forma diferente.
Uno, dulce, sonriendo. Otro, picante… Sé que debería decir sala...