Visitar un museo de arte, antiguo o moderno, puede ser una experiencia conmovedora y estimulante o, por el contrario, ser mortalmente aburrida. Ello dependerá de la calidad de las obras expuestas pero, sobre todo, del conocimiento que uno atesore sobre arte, una disciplina enigmática, asombrosa y desconcertante que plantea al espectador la dificultad de entender y descifrar aquello que contempla.
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