En el verano de 1988, Walter Kirn (entonces un aspirante a escritor que hacía frente a un padre complicado y un matrimonio en crisis) se disponía a realizar un encargo de lo más peculiar que cambiaría su destino para siempre: llevar personalmente un perro tullido desde su casa en Montana hasta un apartamento en Nueva York propiedad de Clark Rockefeller, un misterioso joven, banquero y coleccionist...