Las páginas de estos diarios son una delicia. En ellas aparece, en el espacio de su intimidad, un Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) que hasta aquí daba la impresión de haber vivido exclusivamente para su personaje público, en la tribuna, el periodismo, las campanas bélicas, el ensayo, la crítica teatral, la declamación. Con la habitual inconstancia que caracteriza a los mejores diarios, Altami...