Cuando corres y el sol cae a plomo y el sudor te resbala por el entrecejo la tentación es ceder, frenar y respirar hondo para detener el ritmo acelerado de tu corazón. No puedes más. O eso crees. Si Magali Dalix estuviese a tu lado te animaría a seguir, te gritaría si hiciera falta y te recordaría que es tu mente, y no tu cuerpo, la que ha alcanzado su tope.
«El límite no existe, lo creas y lo fi...