Adah, del pueblo igbo, «era una niña que había nacido cuando todos esperaban y predecían un niño. Por eso, como fue una gran decepción para sus padres, para la familia más cercana y para la tribu, nadie se acordó de registrar su nacimiento». Ya a los ocho años –o eso calcula– sueña con irse al Reino Unido, de donde regresan, rodeados de un aura mítica, los licenciados que integrarán la elite de Ni...